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Del inmovilismo a la reforma política

Con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, el Gobierno se dividió en dos: aperturistas, a favor de cambios que acercasen el régimen a la democracia, y los inmovilistas, partidarios de que el sistema se mantenga igual, en los que había un sector más conservador: el búnker. Frente a ellos estaba la oposición clandestina de partidos ilegalizados.

            El 22 de noviembre de 1975, Juan Carlos de Borbón juró los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, y fue proclamado rey. En su discurso inaugural dejó notar su carácter democrático, sin hacer referencia ni a la guerra ni a la dictadura, incluso llegó a mandar al presidente del Gobierno la amnistía para presos políticos.

            Las relaciones entre el presidente y el rey no eran fluidas, ni tampoco el pueblo español estaba satisfecho con el espíritu del nuevo Gobierno. La Platajunta empezó a presionar y a reclamar la “ruptura democrática” con un gobierno provisional que convoquen elecciones por sufragio universal a Cortes Constituyentes.

            Las manifestaciones y huelgas de obreros y estudiantes se van acrecentando en 1975-76, y se consiguió que el Gobierno aprobase en mayo la Ley de Reunión y en junio la Ley de Asociación, dando paso a la legalización de los partidos.

            A raíz de una entrevista de Juan Carlos I en EEUU en la que reflejó su intención de democratizar el país y sus difíciles relaciones con el presidente del Gobierno, Arias Navarro dimitió el 30 de junio de 1976. Durante unos días hubo un vacío en la presidencia, hasta que Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes, aconsejó al rey el nombre de Adolfo Suárez, un político de un sector católico del Movimiento Nacional, con experiencia y tirón mediático. Este fue nombrado presidente del Gobierno, lo que fue muy criticado porque se dudaba de su experiencia.

            Desde que comenzó su labor política, pone en marcha la transición a la democracia. Habla de amnistía política, libertad sindical, pluralidad política, y que, aunque haya sido nombrado a dedo, convocaría elecciones. Se entrevistó con Felipe González, con Santiago Carrillo y con los sindicatos para llegar a un acuerdo y consensuar, pues basó su política en el diálogo e intentó que en España se integrase la libertad tras 40 años de dictadura.

            La medida fundamental fue la Ley para la Reforma Política, que se discute para septiembre de 1976. Significaba el inicio del proceso democratizador de España y la disolución de las Cortes franquistas, una tarea difícil puesto que eran las mismas Cortes las que tenían que votarla. Pero a través de negociaciones, promesas a los procuradores (como la manutención de su estado socioeconómico, la garantía de que no habrá represalias y que nunca legalizaría el PCE), consiguió aprobarla. El 15 de diciembre, fue aprobada por referéndum.

            A partir de aquello comenzó la legalización de los partidos, y Adolfo Suárez entendió que era necesario legalizar el PCE. Llegó a un acuerdo con Carrillo, en el que este reconocía la monarquía y se comprometía a no usar símbolos republicanos o comunistas públicamente.

            En primavera de 1977 se convocan elecciones para el 15 de junio de 1977, a las que se presentaron partidos como la UCD, de Adolfo Suárez, PSP-US, liderado por Enrique Tierno Galván, el PNV con Juan Aguilaguerra, Esquerra de Cataluña dirigido por Heribert Barrera, Alianza Popular, de Fraga Iribarne, el PSOE con Felipe González y el PCE de Santiago Carrillo.

            Las elecciones se celebraron en un ambiente festivo. La victoria contundente de la UCD con 167 escaños ratificó la presidencia de Adolfo Suárez. El PSOE quedó como líder de la oposición, junto a otros que sacaron menos votos como AP, PCE, PDC, PNV…