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En 1912 se produjo un cambio de líderes en ambos partidos: en el Conservador, Eduardo Dato sustituyó a Maura, y tras la muerte de Canalejas, quedaron como líderes del Partido Liberal Álvaro de Figuerola y García Prieto, que se turnaban entre sí.
La presidencia de Eduardo Dato duró hasta 1915, cuando pasó a Álvaro de Figuerola, quien clausuró las Cortes en 1916 tras las protestas de los diputados socialistas y republicanos debido a la crisis socioeconómica. En abril de 1917, el gobierno pasó a Eduardo Dato, quien mantuvo las Cortes cerradas, rechazó las exigencias de los diputados republicanos y socialistas de reabrirlas y estableció una fuerte censura de prensa.
Los nacionalistas catalanes, instigado por la Lliga Nacionalista, se reunieron el 5 de julio de 1917 en la Asamblea de Parlamentarios catalanes, que crearon un Parlamento paralelo y establecieron unos puntos básicos:
Se convocó para el 19 de julio otra reunión para todos los diputados españoles, a la que asistió solo un 10%, pero fue disuelta por la Guardia Civil, y el plan reformista quedó en nada.
El descontento interno del ejército llevó a la formación de Juntas de Defensa para reivindicar el aumento de salarios para todos por igual, la obtención de cargos por antigüedad, no por méritos de guerra, y hacía referencia a la necesidad de regeneración política para defenderse de la opinión pública que cargó contra el ejército tras 1898.
La inflación debido a la escasez de productos por la masiva exportación a países en guerra, y la marcha de los reservistas a Marruecos produjo la necesidad de hacer la huelga general el 13 de agosto de 1917. Desde 1916, se produjeron numerosos movimientos obreros impulsados por la UGT y la CNT, y a raíz de la huelga de los ferroviarios valencianos, se convocó una huelga general el 13 de agosto, la cual fue duramente reprimida tras la declaración de estado de guerra desde el Gobierno para que el ejército hiciera lo que fuese para mantener el orden público. El fracaso se debió a la falta de seguimiento por igual en toda España (fue solo en la ciudad) y a la falta de cohesión entre la burguesía catalana, descontenta con el gobierno pero temerosa del ascenso político del proletariado con motivo de la Revolución Rusa (1917), el ejército, que a pesar de todo siente lealtad al rey, y el proletariado, que se quedó solo. La brutalidad represiva radicalizó las posturas obreras, demostrando la crisis del sistema.
Dentro de los partidos dinásticos se produjeron disidencias. En las elecciones de 1918, se presentaron los Liberales disidentes y los Liberales oficiales, de igual manera que en el Partido Conservador. La imposibilidad de alcanzar la mayoría absoluta provocó la formación de gobiernos de concentración, coaliciones que no duraban más de un año en las que se unían liberales, conservadores y nacionalistas, o liberales, nacionalistas y socialistas. La mezcla de ideologías dispares impedía conseguir una reforma sostenible.
La situación empeoró a partir de 1919, cuando los enfrentamientos por la pésima situación obrera se acentuaron. La empresa eléctrica catalana La Canadiense hizo una huelga de mes y me-dio, y se sucedieron movimientos violentos en el campo y en la ciudad. En el campo andaluz tuvo lugar el Trienio Bolchevique, un convulso periodo en el que los levantamientos campesinos arrasaban con los cortijos de los nobles, promovidos por la CNT y motivados por la Revolución Rusa.
Este proceso se extendió en la ciudad con la violencia callejera: se sucedían las huelgas porque las malas condiciones obreras empeoraban, y los sindicatos alentaban más a reivindicar. La tensión se mantuvo hasta el punto en el que la patronal fundó la Federación Patronal para intentar frenar el movimiento, contratando pistoleros que asesinasen a los principales dirigentes de sindica-tos obreros. También crearon el Sindicato Libre, en el que participaba gente perteneciente a la policía y a la extrema derecha. En respuesta, el proletariado cargó contra los empresarios y contra el ejército hasta el punto de asesinar a Eduardo Dato en 1921. La asiduidad de los enfrentamientos hizo que el Gobierno de Barcelona viera la necesidad de decretar la Ley de Fugas, que permitía disparar a quienes intentaran escapar de la ley.
Por otro lado, hacia 1920, los rifeños no aplacaron los ánimos y los españoles se encontraban cada vez más arrinconados dada la falta de preparación, de organización y de armamento. En 1921 tuvo lugar el Desastre de Annual: el general Silvestre, conocido del rey que desató polémicas populares, dirigió al ejército en Melilla avanzando para hacer retroceder a los rifeños sin tener defensa en la retaguardia ni conocer el terreno. Cuando el avance militar se topó con las tropas rifeñas de Abd-el-Krim, se produjo una masacre de unos 13.000 soldados españoles muertos.
Cuando la noticia llegó a España, se produjo una gran indignación pública y un debate sobre la poca preparación militar. El general Juan Picasso redactó el informe de lo ocurrido, que planteaba la escasa formación del general Silvestre, la pésima estrategia militar del ejército...
El caso fue el detonante para que el 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera diese un golpe de Estado.
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