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La oposición y la crisis del régimen

Oposición al Franquismo.

El Franquismo, a partir de 1945, abrió la posibilidad de que la gente que se había exiliado en la guerra volviese a España sin represalias políticas (promesa que poco se sostuvo). Esta oportunidad no fue aprovechada, pero con la muerte de Franco sí hubo una vuelta significativa de exiliados.

            El Gobierno legítimo de la II República se mantuvo en el exilio hasta el reconocimiento de Juan Carlos I como rey. Pero en el mismo equipo de gobierno había disidencias: un sector partidario de una política diplomática con las potencias democráticas para presionar al Franquismo, y otro que defendía la lucha armada de guerrillas.

            Con el desmantelamiento de los partidos y sindicatos izquierdistas, muchos de sus miembros permanecieron clandestinamente y perseguidos en España, como los maquis, combatientes republicanos que no se resignaron y continuaron con la técnica de guerrillas en zonas rurales: atacaban y huían, robaban armas… Era la fuerza física de la oposición, financiada por el PCE.

            Una vez erradicado el fascismo europeo con el fin de la II Guerra Mundial en 1945, se abrió una esperanza en los españoles de que las fuerzas democráticas presionasen el régimen franquista y consiguiesen el cambio en España. Miembros de antiguos partidos formaron la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, un movimiento de apoyo hacia Juan de Borbón, el rey legal. Pero las ilusiones desaparecieron con el paso de los años, las fuerzas de la oposición comenzaban a decaer, la represión policial en España era tremenda y la Europa democrática no tomaba medidas serias contra el sistema franquista. De esta manera, se constató que el régimen iba a perdurar.

            A partir de los años 50, se iniciaron pequeñas y suaves protestas del sector obrero español amparados por la Hermandad de Obreros de Acción Católica, con la intención de mejorar la situación laboral. Se sucedieron huelgas y manifestaciones ilegales duramente reprimidas.

            Los movimientos eran principalmente en el sector minero, metalúrgico, industrial etc… de zonas industrializadas: Madrid, Barcelona, País Vasco, Zaragoza… Los levantamientos se trasladaron al sector universitario, defensor de derechos y libertades. En ese momento, se formó un sindicato estudiantil clandestino: la Agrupación Socialista Universitaria (ASU).

            El sector sindical comenzó a florecer con fuerza: la UGT volvió a recobrar fuerzas contra la represión obrera, y en 1964 se funda Comisiones Obreras (CCOO), que nació como sindicato independiente aunque siempre estuvo ligado al PCE. De este, se escindió una rama de juventudes cristianas que fundaron la Unión Sindicalista Obrera (USO).

            Determinados sectores eclesiásticos se opusieron al Franquismo, como Enrique Tarancón, que entendían que la Iglesia debía dar un giro en el régimen. También en el ejército empezaron a surgir voces contra la dictadura, y se formó la Unión Militar Democrática.

            La gran oposición social alentó en los años 70 a que los partidos políticos se reactivasen, desde el exilio o en clandestinidad: el PCE, dirigido por Santiago Carrillo, el PSOE, liderado por Felipe González, el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), un partido de extrema izquierda, marcado por el terrorismo, Democracia Cristiana, partido de centro-derecha dirigido por Gil Robles, Esquerra Republicana de Cataluña, al mando de Josep Tarradellas, el PNV con Juan de Ajuriaguerra, Jordi Pujol fundó Convergencia Democrática de Cataluña, de corte separatista.

            También surgieron organizaciones nacionalistas extremistas en el ámbito del terrorismo, como Euskadi Ta Askatasuna (ETA), que reclamaba la independencia del País Vasco por vía armada, cuyo brazo político era Herri Batasuna. Las reivindicaciones derivaron en una lucha contra el régimen en la que se asesinaba a Guardias Civiles y a cualquier persona que criticase a ETA.

 Crisis del sistema.

El Franquismo comenzó su etapa final en 1973, en la que quedó constatado como un régimen obsoleto que no había sabido gestionar el cambio político, económico y social. La oposición crecía, y el 20 de diciembre tuvo lugar el atentado etarra que acabó con la vida del Presidente del Gobierno de entonces: Carrero Blanco. Este fue un golpe durísimo por haber sido un ataque al Gobierno perpetrado por españoles, y además a la persona en quien Franco había depositado su confianza como militar para continuar con el régimen. El dictador se hundió, y la coyuntura sirvió para que aumentasen las reivindicaciones por la libertad del pueblo.

            En su lugar, Franco colocó a Arias Navarro como presidente, quien empieza a adoptar una actitud ambigua, puesto que en febrero de 1974 realizó un discurso en el que hablaba de cambios políticos que legalizasen los partidos políticos, pero la reforma nunca llegó y su actitud se mantuvo regular. Además, el Gobierno se dividió en dos: aperturistas, a favor de esos cambios en el régimen que lo acercasen a la democracia, y los inmovilistas, partidarios de que el sistema se mantenga igual, en los que había un sector más conservador: el búnker, viejos falangistas de ideas totalmente retrógradas.

            La progresiva debilitación del régimen hizo que se formase una asamblea dirigida por el PCE y otros partidos en la que se habla de gobierno provisional, elecciones constituyentes, y libertad política: la Junta Democrática de España, en 1974. El PSOE también convocó la Plataforma de Convergencia Democrática, que se unió con la otra y formaron la Platajunta.

            Con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, se acababa el régimen que él veía “bien atado” para dar lugar a una etapa de transición hacia una democracia que dará fin a casi cuarenta años de dictadura y que cerraría las heridas de la Guerra Civil.